En este texto quiero compartir algunas reflexiones sobre la impor- tancia del legado de Luis Villoro Toranzo para la antropología mexicana y para las luchas de los pueblos indígenas en Latinoamérica en un sentido más amplio.
En este texto quiero compartir algunas reflexiones sobre la impor- tancia del legado de Luis Villoro Toranzo para la antropología mexicana y para las luchas de los pueblos indígenas en Latinoamérica en un sentido más amplio.
En este artículo me propongo compartir algunas reflexiones surgidas de la experiencia mexicana sobre las tensiones entre los derechos colectivos de los pueblos y los derechos de las mujeres, con el propósito de re-pensar desde una perspectiva de género las políticas de reconocimiento cultural de colectivos humanos. La intensificación de los flujos migratorios del sur al norte, y el surgimiento de importantes movimientos indígenas en las Américas, han puesto en las últimas décadas en la mesa del debate el tema de los derechos culturales y políticos de estos colectivos humanos y ha venido a cuestionar la visión universalista y liberal de la ciudadanía. La demanda del reconocimiento cultural de estos colectivos y las reformas del Estado para reconocer el carácter multicultural de las naciones, ha re-abierto viejos debates antropológicos en torno al relativismo cultural y el universalismo conceptual.
En este artículo, quisiera reflexionar sobre el proceso contradictorio del que hemos sido testigos en la última década en México: por un lado una política exterior en materia de derechos humanos muy exitosa a nivel internacional, en la que se han ratificado varios instrumentos internacionales en contra de la discriminación y violencia hacia las mujeres y paralelamente una política interna en la que la violencia de Estado se justifica en nombre de la “paz social” y se utiliza en contra de las mujeres activistas e integrantes de movimientos sociales.
En enero de 2015, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto utilizó nuevos poderes presidenciales de perdón el mismo día en que entraron en vigencia para liberar al maestro de la escuela maya Alberto Patishtán Gómez. Las autoras Shannon Speed y Rosalva Aída Hernández Castillo reflexionan sobre las similitudes entre el caso Patishtán en México y el caso Leonard Peltier en los Estados Unidos. Patishtán había estado encarcelado durante 13 años tras un juicio plagado de irregularidades y violaciones de sus derechos constitucionales. El 31 de octubre, utilizando los nuevos poderes presidenciales de indulto el día en que entraron en vigencia, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto indultó al maestro de la escuela maya Alberto Patishtán Gómez, quien había estado encarcelado durante 13 años después de un juicio plagado de irregularidades. Condenado a 60 años de prisión por su ostensible participación en una emboscada en la que fueron asesinados siete policías, Amnistía Internacional y organizaciones de derechos humanos en todo México y el mundo denunciaron su injusto encarcelamiento. Su caso es uno de los muchos en los que el sistema legal sirvió a los intereses de grupos con poder político y demuestra cómo el racismo estructural continúa generando falta de acceso a la justicia para los pueblos indígenas, en México y en todo el continente americano.
En este escrito quiero reflexionar sobre la manera en que la violencia de género ha sido utilizada por el gobierno mexicano como parte de sus campañas contrainsurgentes contra los movimientos sociales, y sobre la respuesta que las mujeres víctimas de dicha violencia han dado a esta estrategia de muerte. En el contexto del gobierno de Felipe Calderón, la criminalización de los movimientos sociales legitimada a través de reformas legislativas ha ido acompañada de la militarización y la violencia de Estado. En este capítulo analizaré como las mujeres indígenas y campesinas están sufriendo las consecuencias de la militarización del país, al crearse un clima de inseguridad e intimidación; sobre todo, en aquellas regiones en donde existen antecedentes de organización política por parte de los campesinos.
En este dossier, mujeres indígenas de distintas partes de América Latina reflexionan sobre los retos que implica la lucha por sus derechos específicos de género en el marco de los derechos colectivos de sus pueblos. Reivindicando un feminismo indígena o rechazando la autoidentificación como feministas, estas intelectuales y activistas indígenas nos hablan de las luchas de las mujeres indígenas por la construcción de una vida más justa para ellas y sus comunidades.
En las últimas semanas el debate en torno a los grupos de autodefensa que se han formado en distintas regiones del país, ha ocupado los espacios de la prensa nacional. La proliferación de grupos de ciudadanos que se organizan para defenderse ha puesto una vez más en evidencia el fracaso del modelo de seguridad del Estado mexicano. Un modelo caracterizado por la corrupción y la participación directa de las fuerzas de seguridad en las esferas del crimen organizado que dicen combatir, y por los alarmantes niveles de desprotección y vulnerabilidad que sufren las y los ciudadanos. Sin embargo, este debate se ha caracterizado por la falta de matices en torno a las experiencias de organización comunitaria, sin diferenciar los procesos institucionalizados de justicia indígena de larga data, de aquellas experiencias en las que los ciudadanos de manera espontánea deciden armarse para enfrentar la inseguridad. Las autoras de este artículo han venido analizando desde hace varias décadas el derecho indígena, y les preocupa la manera en que estas representaciones de la justicia indígena como “incivilizada” y supuestamente al margen de la legalidad estatal, puedan ser utilizadas para restringir los espacios de autonomía que se han logrado desde las luchas de los pueblos indígenas. En el contexto de este debate político tan falto de matices, se proponen aportar algunas reflexiones que han venido desarrollando en estos últimos años, en el marco de dos proyectos de investigación colectivos desarrollados en CIESAS; el primero sobre “Globalización, derechos indígenas y justicia” en donde abordamos el impacto de las políticas multiculturales neoliberales en el campo de los derechos y la justicia indígena, y el segundo “Mujeres Indígenas y Derecho en América Latina: Justicia, Seguridad y Pluralismo Legal”, en donde analizamos de manera más focalizada las tensiones entre la justicia comunitaria indígena y el modelo de seguridad del Estado mexicano.
En este capítulo expondremos las críticas planteadas por mujeres indígenas y campesinas organizadas que están haciendo teorizaciones propias –a partir de sus intelectuales orgánicas– y que replantean no sólo las políticas económicas hacia el agro mexicano sino, en un sentido más amplio, las relaciones de los seres humanos con la naturaleza y las normas de convivencia y justicia social entre mujeres y varones.
Las voces de las mujeres campesinas se empiezan a escuchar en los años ochenta, como parte de una amplia vertiente de movilizaciones y luchas de mujeres urbanas y rurales que participaban en los movimientos populares (sindicales, urbano populares y campesinos) desde donde inician la crítica a las desigualdades e injusticias de género. Las mujeres del movimiento campesino fueron parte de ese proceso pionero en la construcción de un feminismo popular en su versión rural que tuvo muchos puntos de tensión con el llamado feminismo histórico mexicano –surgido en los años setenta en espacios urbanos, universitarios, de sectores medios y en algunas ocasiones con una ideología de izquierda–, aunque también existieron intereses comunes que no siempre confluyeron en luchas conjuntas. En este capítulo reconstruimos la historia de los feminismos rurales e indígenas en México y reflexionamos sobre sus aportes a la crítica feminista anti-racista.
Desde los años ochenta y hasta hoy la movilización de las mujeres rurales ha cobrado cada vez mayor amplitud y relevancia, sobre todo a raíz del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, que no sólo propició el auge de los movimientos étnicos, sino que detonó un proceso de organización y lucha de las mujeres indígenas rurales que lleva ya más de tres lustros. Hoy, ellas no sólo son apoyo o compañeras silenciosas en los movimientos campesinos e indígenas, sino que son activas partícipes con visiones y propuestas propias. En este capítulo hago una historia de estas movilizaciones y de su impacto en la agenda del movimiento indígena en México.