Es imposible comprender el crecimiento de la participación de las mujeres indígenas y campesinas en los movimientos sociales contemporáneos ni el aumento de sus demandas específicas de género, sin reconocer su historia de lucha y resistencia desde la época colonial (Gall y Hernández 2004), así como los múltiples diálogos de Las últimas décadas que han influido en sus identidades políticas. Los movimientos campesinos, los movimientos guerrilleros, los movimientos de liberación teológica, los feminismos rurales, las organizaciones internacionales y los programas gubernamentales, han contribuido a crear espacios políticos para las mujeres campesinas e indígenas. Cada uno de estos aportó varios elementos para ayudar a construir una agenda de cambio culturalmente específica basada en el género para el cambio, que rearticule o rechace varios elementos de los discursos sobre los derechos de las mujeres.
Las voces de estas mujeres comenzaron a escucharse a principios de la década de 1980, como parte de una serie más amplia de movilizaciones sociales y luchas de mujeres urbanas y rurales que participan en movimientos populares (obreros, urbanos populares, campesinos). Comenzaron a desarrollar una crítica hacia las desigualdades e injusticias que sufrieron como mujeres. El movimiento campesino de mujeres fue parte de este proceso pionero en el que se construyó un feminismo popular en su forma rural.
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