En este artículo la autora reflexiona sobre su experiencia como parte del Grupo de Investigación en Antropología Social y Forense (GIASF) en el acompañamiento a la búsqueda de familiares de desaparecidos. Se analiza el trabajo con “Las Buscadoras de El Fuerte”, una organización, que, como muchas en México, está constituida mayoritariamente por madres y esposas de desaparecidos que, ante la incapacidad del Estado mexicano, se han dado a la tarea de buscar los restos humanos de sus familiares en fosas clandestinas. En base a testimonios y registro etnográfico, se analizan los límites y posibilidades de una antropología jurídica feminista para la coproducción de conocimientos que sean útiles en contextos de múltiples violencias e impunidad.