En este artículo quiero compartir mi experiencia como académica y activista en espacios penitenciarios en México, con mujeres indígenas y mestizas, víctimas de un estado penal que criminaliza la pobreza y la protesta social. Llegué al penal femenino CERESO en Atlacholoaya, Morelos, en 2008, con la intención de que mi investigación antropológica sobre el sistema de justicia mexicano contribuya a mejorar el acceso a la justicia para las mujeres. No imaginé las formas en que las reflexiones y experiencias de estas mujeres cambiarían mi vida.